GALERIA ALEGRIA
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Bobby Dowler / When You're Strange / 16.03 - 11.05 / 2024

 

 

Rainer Maria Rilke publicó los dos volúmenes de sus Nuevos poemas con un año de diferencia, en 1907 y 1908. Son libros que corresponden a un período de la vida del poeta muy marcado por la influencia de Auguste Rodin y que tratan de lograr una descripción objetiva del objeto contemplado. En consecuencia, Rilke denominará a las composiciones de ambos volúmenes "poema-cosa", escribiendo uno de los primeros capítulos de la obsesión moderna por el objeto.


Más de un siglo después, esta obsesión sigue resonando en la obra del artista británico Bobby Dowler (1983, Londres). La práctica artística de Dowler, que ha acuñado el término "Painting- Object" para referirse a sus obras, se ha caracterizado siempre por dar un protagonismo central a lo material. Así, los grandes campos de color que despliega en su trabajo han venido, hasta ahora, definidos por lo ya pintado en lienzos reciclados. El juego de composiciones, determinado por estrategias de ensamblaje, corte y superposición. Sus obras son, ante todo, cosas, bártulos y como tales, reclaman un espacio físico propio. Puede cuestionarse su papel como obra de arte pero no su presencia que se impone al espectador como un manifiesto, un crucigrama o un exabrupto.


En ‘When You're Strange', su tercera exposición en la Galería Alegría, Dowler parece regodearse en este carácter objetual, creando sistemas de instalación en gran formato donde los campos de color se ensamblan de manera desigual. Si, en exposiciones anteriores, el británico todavía vinculaba su práctica a una suerte de pintura expandida, en esta ocasión presenta unos paneles de colores básicos que se disponen a modo de plancha, panel o lona industrial. Es precisamente en su condición de ‘otra cosa', de cosa fabricada, donde estas obras ofrecen su aspecto más inquietante. Así, la mirada no termina de sobreponerse a la presencia de estas planchas, pues sus bordes no coinciden. El espacio entre cada lienzo se ensancha de manera irregular, generando un efecto visual levemente extraño. Los cuadrados se dotan de una asimetría sutil que inquieta a nuestro ojo y le impide descansar en el campo de color.


La modernidad, en algunos de sus capítulos, es la historia de cómo la práctica artística intentó adquirir los atributos de dominio, objetividad y precisión propios de la cultura industrial. Lo hizo construyendo obras de arte como si fueran objetos industriales, y posteriormente, de consumo. Ahora, cuando esa sociedad industrial ha mostrado sus fallos de sistema, las obras de Bobby Dowler aparecen como una crítica contenida y lacónica a la utopía técnica vanguardista. Pero también como un objeto inútil, irónico y, aún así, luminoso. Un objeto capaz de asumir su extrañeza y sus defectos, e imponer, con su corporeidad turbadora pero amable, un campo de color donde las cosas pintadas aún conservan parte de su carga poética.